No, amiga, no estoy llorando.
No tengo necesidad de recostarme en tu hombro.
No pienses por un momento que necesito tu abrazo.
No, querida amiga, no estoy llorando.
Aunque deje escapar un leve sollozo,
aunque por dentro esté temblando.
Si me aferro a tu ropa, perdóname.
Por mucho tiempo me he sentido sola.
Si me escondo en tu regazo, déjame.
Hay tantas cosas que prefiero ocultar.
Si escuchas un sonido extraño
como de cristales estallando contra el piso,
no te asustes, amiga, no te inquietes:
es mi corazón que una vez más se rompe,
aunque luego se junte, como siempre.
Si te hablo, escúchame en silencio.
Las palabras que dices, antes también las oí.
Y si ves que me alejo, no me detengas,
lo he hecho otras veces,
y siempre volví…
-Lihem ben Sayel