Al cruzarse un pajarillo en mi ventana vacía,
se estrelló contra la fortaleza monótona de mi canto:
un susurro;
una sonata tardía,
un pensamiento furtivo en tu regazo.
Si los atardeceres soñaran con los amaneceres azules,
con el descanso de las olas que cabalgan arrogantes el mar,
talvez hallarían en su interior tesoros descritos
en los versos de poetas náufragos de su propia soledad.
Aunque quise, no solté las piedras de la culpa.
Aunque pude, decidí que no era ocasión de volar.
Ni en mil silencios invernales hubiera llegado más lejos
que aquellas lunas que me forjaron en la implacable tempestad.
Estamos hechos de brizna y rocío,
de cal y de arena,
de guerra y de paz.
Estamos hechos de recuerdos como heridas
que duelen por dentro,
y desgarran al pasar.
—Lihem Ben Sayel…
*Este es el primer poema que escribo después de mucho, mucho tiempo. Ha sido liberador en todos los amplios sentidos de la palabra. No sé decir más.