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Buscar a Dios: ¿por qué a veces parece tan difícil?

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BUSCAR A DIOS:

¿POR QUÉ A VECES PARECE TAN DIFÍCIL?

Buscar a Dios es una tarea profunda, que, como cualquier otra tarea, requiere esfuerzo, concentración, ganas, disciplina y un mínimo de ilusión. Siempre me ha fascinado ese texto bíblico que reza: «Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.» (Hebreos 11:6. NTV). Me encanta la idea del Dios que recompensa a los que le buscan con sinceridad. Es simplemente un cuadro maravilloso. Aquí yo encuentro una enorme porción de ilusión.

Sin embargo, he recorrido este camino de búsqueda, con sus más y sus menos, y siempre dándome cuenta que, cuando espero que algo «realmente asombroso» ocurra, y no ocurre, me desanimo. A veces me he preguntado a mí misma ¿por qué busco a Dios? ¿Cuál es el tipo de recompensa que mi corazón de verdad anhela? Y claro, tengo que admitir que mi intención de búsqueda ha debido ser purificada una y otra vez, pues múltiples cosas enturbiaban su pureza.

Por otra parte, como ahora, estoy en un punto en el que le pregunto a Dios ¿qué más quieres de mí? ¿Qué más puedo hacer para intimar más profundamente contigo? ¿Qué especie de táctica o estrategia debo utilizar para sentir que realmente hay una profunda relación?

Los absolutismos no suelen ir conmigo. Quiero decir, yo puedo ser alguien que busque mucho a Dios, pero aún así no haber conseguido lo que busco. De hecho, ni siquiera me atrevo a decir que «busco mucho». Qué osadía. Creo que tampoco puedo usar el «hago lo que puedo». No. Creo que siempre se puede hacer más. A mí me gusta mostrarme honesta, y no me agrada aparentar una imagen. Eso es de tropiezo no solo para mí, sino también para los que me observan.

He estado buscando también una especie de afirmación en mi búsqueda, algo así como un «tranquila, estás en el buen camino. Solo insiste un poco más; no dejes de insistir». No me preguntes porqué, pero la buscaba. Entonces, al no obtenerla, me vine un poco abajo. Creo que esto tiene su raíz en mi falta de fe: estoy acercándome a Dios pero, como es un terreno que me lleva a veces por sendas desconocidas, necesito oír que voy bien. ¡Pamplinas! No debería haber esperado nada eso. Volvemos a Hebreos 11:6, si me acerco, debo creer —firmemente y sin soslayo de duda— que Él existe, y que lo encontraré al final del camino. Eso debe ser suficiente. No debo distraerme con extras. No debo quitar mis ojos de Él, o me hundiré.

Entonces, supongo que Dios está atrayendo mi mirada hacia Él. Jesús es mi ejemplo, Jesús es mi estándar. Jesús buscó a Dios como hombre, como ser humano. Sí, sé que no tenía esposa o hijos, pero sí que tenía muchísimo trabajo. Y tenía unos discípulos con los que convivía. Era un personaje público y famoso que rara vez podía encontrar un espacio para estar solo. Eso bien se puede aplicar a las que somos madres, por ejemplo. De hecho, uno de los pesos extra que tenía Jesús en su caminar aquí en la tierra, era su llamado, su mismo cometido en sí: el día que inició su ministerio público, Él citó las siguientes palabras, en Lucas 4:18-19:

El Espíritu del Señor está sobre mí,Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos;A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.

 Si tenemos una mínima comprensión de las Escrituras, y sabemos cómo se manifiesta el mal, entonces entenderemos lo que exige ese enunciado que Jesús pronunció sobre sí mismo. No sólo tendría que predicar un mensaje completamente rompedor y revolucionario para su época, sino que además tendría que acompañar ese mensaje con las demostraciones de poder pertinentes, ya que esa sería una de las señales de que Él era el verdadero Mesías prometido.

Por lo tanto, Jesús, hecho hombre, tendría que buscar el tiempo para intimar con su Padre y dar la talla en esta enorme tarea. No creo que fuera fácil. No creo que lo tuviera fácil, aunque recurramos al hecho de que «no tenía familia» para sentir que el listón que deja Jesús es demasiado alto para ser cumplido. Que sí, que es alto, pero por encima de todo, nosotros tenemos al Espíritu Santo de Dios no solo sobre nosotros, ¡sino también morando dentro de nosotros! Él es nuestra principal ayuda. Pero claro, ¿le conocemos? ¿reconocemos al ayudador? ¿nos dejamos dirigir por Él…? Por otra parte, Jesús vino a enseñarnos cómo sería nuestra vida si camináramos en una perfecta comunión y armonía con nuestro Padre Celestial. Esto es asombroso y digno de imitar, además.

Las cosas de la vida nos engullen. Nos trastocan. Una tras otra recibimos oleadas tsunámicas de «cosas que hacer» que parece que no acaban nunca, incluso dentro de la iglesia. Y perdemos de vista el deleitarnos.

Créeme que nada de lo que escribo es una especie de juicio. No hablo desde una torre de marfil. Hablo desde mi propia experiencia. Me cuesta buscar a Dios con ilusión cuando atravieso algún episodio emocional, y más aún cuando —según yo— después de haber pasado un «tiempo razonable», no veo algún tipo de cambio o avance. Sencillamente, deseo tirar la toalla. No quiero seguir buscando. Algo en mí parece susurrarme «es demasiado esfuerzo para tan poca recompensa».

Pero, ahora mismo, mientras escribo esto, mientras dejo salir la frustración de la mejor forma que sé, mi «Ayudador», el Espíritu Santo, comienza a cumplir su tarea. Si hay algo que merece toda la pena (y la vida, y el tiempo y el esfuerzo…) es buscar a Dios. Buscar y rebuscar, incluso con nuestras últimas fuerzas, porque simplemente Él lo vale. Porque hay testimonios, miles y millones de ellos que lo avalan. Y los hemos oído. Parece que no ocurre nada, que todo sigue igual, que nuestra búsqueda se tropieza con un techo de cristal (rayos, es justo así como me siento)… Pero llega el día, un glorioso día, en el que el cielo parecerá romperse, y las fuentes de la tierra habrán invocado a las fuentes del cielo. Y las lágrimas y la desesperación invertida en una búsqueda que a veces parecía no tener ningún impacto ni ningún resultado, habrá abierto los cielos de una vez y para siempre, así como el acto de obediencia de Cristo al bautizarse abrió los cielos sobre Él. Así como ese tiempo de ayuno, absteniéndose de todo en el desierto, le hizo volver «en el poder del Espíritu». Así mismo se abrirán las fuentes del cielo para los que buscan, aún a pesar de sus frustraciones y a pesar de sus altos y bajos. ¡Sí! ¡Realmente lo creo!

«Aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas»Génesis 7:11b

«Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.» Salmos 42:7

De todas las tareas —nobles y no tan nobles— que puedo hacer con mi vida, de todo aquello en lo que podría invertir mi tiempo, lo primero, siempre lo primero, será abandonarme en Él. Y, llegados a este punto, Él y yo sabemos que ya no es un decir, ni tampoco una frase vacía que no conllevará nada más que una falsa sensación de determinación. Ya he pasado por eso, pero no. Llegados a este punto, esta frase va aumentando en coherencia cada vez más. Va trazando líneas más definidas en mi ser. Y crea surcos cada vez más profundos, destinados en un futuro a albergar y reconducir las enromes torrentes de agua viva que se van a desatar en un tiempo fijado que yo desconozco, pero del que estoy cada día —y cada momento de búsqueda— más cerca.

No desmayaré. No ahora. No hoy.

Tú, tampoco lo hagas.

—Lihem Ben Sayel.

No olvides darme tu opinión, así intercambiaremos impresiones y experiencias. Puedes escribirme también , si lo deseas, a mi email:

amira.lihembensayel@gmail.com

13 comentarios en “Buscar a Dios: ¿por qué a veces parece tan difícil?”

  1. Preguntas que tienen respuesta en la teología conocida… pero que en la quietud de nuestro pensamiento asaltan una y otra vez. A veces todo parece en vano y otras con máximo sentido. Humanidad pretendiendo entender Divinidad. Roles que a veces sobrepasan nuestra fuerzas, preguntas que una vez más, no cesan.
    Se como es querida, se como es.
    Un abrazo y que tengas convicciones que te permitan preguntar, eso es válido. Bendiciones

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    1. Gracias por tu comentario querida Awilda, realmente es así: muchas veces pretendemos comprender lo que se escapa de nuestro entendimiento. Es una tarea exhaustiva que a veces produce mucha frustración. Sin embargo, aquí sigo, porque sé que Él está ahí, viéndome y escuchándome, y que algún día, de una u otra forma, ese conocimiento alcanzará su plenitud. Y no habrá más preguntas.
      🙂 ❤

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  2. Delicioso punto de vista, princesa…personalmente me inclino por la filosofía de San Agustín, su aforismo «ama y haz lo que quieras» me parece sublime y toda una declaración.
    Tal vez fue una prostituta, el amor de su vida, y ese respeto hacia María Magdalena la primera constatación del feminismo, radical de Jesucristo
    Mucha fuerza, preciosa💐

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    1. Me gusta muchísimo la figura de María Magdalena, tiene muchísima fuerza en mi testimonio personal, porque, muchas veces, aunque no hayamos ejercido la prostitución, nos hemos sentido tan abajo como se había sentido ella, por todos los atropellos de la vida. Así que es uno de mis personajes bíblicos favoritos. También amo cómo Jesús le restauró su dignidad en una época donde ya de por sí las mujeres no tenían ni voz ni voto, y menos aún si se dedicaban a lo que hacía ella. Jesús sin duda es el amor en persona, y todos los que entramos en contacto con Él de una u otra forma, nunca más somos los mismos.
      Un abrazo amigo.

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  3. Cierto, princesa… también ella me parece una figura fundamental en el centro del eje cristiano. Desafortunadamente poco se habla de ella, en un tiempo en que la única revolución posible será la feminista.
    Feliz día tesoro 💐

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